La culpa es de estas mañanas:
depresivas, frías, hostiles;
llenas de recuerdos, de anhelos imposibles
y agujas que se clavan en los párpados.
Es el ruido y el sonido de las teclas
que me reconfortan con el mundo,
los planes se caen y
el recuerdo me escupe a la cara.
La culpa es de estas mañanas
que no dicen mucho y no hacen nada,
estos jueves perezosos y la cama desordenada.
La culpa es mía por faltar a mis promesas;
y recordar por primera vez,
lo que juré con tanto esmero mantener en mi cabeza.
Blogs amigos me traen, cogidito de la mano, a este lugar... Me gusta, me quedo
ResponderEliminarSiempre bienvenido Carlos; un placer escribir y leerte (también)...
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