jueves, 15 de agosto de 2013

Marcha

Lo  miraba con desprecio:
como nunca había imaginado
que lo vería.


Veía su hipócrita sonrisa,
llena de falsa valentía,
se encontraba con ella de nuevo.


¿Por qué iba a perdonarlo?
sus acciones hablaban por sí solas;
imitando lo que tanto odiaba.

Había que aferrarse a lo intenso
al dolor, y a los recuerdos
a la promesa: no armar revuelo.


Caminar por el pasillo, 
mirarle a los ojos,
forzar un poco el rostro,
y decir acepto.