decidido por ahora,
ella no prestaba atención,
los pasos determinantes
se acercaban a la silueta;
un discurso ya ensayado,
una sonrisa rápida,
las penas que acostumbra
dando vueltas al pasado
y no hay copa ni cigarro
ni amante despechado.
Él se detiene un momento,
se concentra en su mirada;
en la forma de sus labios
en las piernas y su falda,
jamás la ha visto antes,
la imagina por los días,
por las mañanas,
en cada hora.
Y en las tristezas y alegrías,
en las tardes de verano
en las caminatas que esperan,
en las tardes de cine,
en las boda y funerales
en la amargura y desengaño.
Ya no hay marcha atrás,
ese suspiro abre puertas,
el miedo le acongoja,
de pronto retrocede un paso,
y en su mente él solo,
sin mañanas ni verano,
ni cine ni funerales;
decide retomar camino.
Dónde está pregunta;
y más miedo que antes
aprieta los nudillos,
suspira lentamente,
camina de nuevo a su lugar;
tiene un nudo en la garganta;
y le molesta la ropa.
-¿Me puedo sentar contigo?
.Por supuesto- Dice él.