dulce, misterioso: frenético,
recorrido por ella como de costumbre,
la luz del medio día y el viento como testigo.
Los murmullos palpitantes
hacen juego con el paso cauteloso.
De pronto, a la luz del sol lo sabe: es él...
La certeza es pura y fuerte,
es que no hace falta conocerse.
Sus manos; temblorosas y palpitantes;
Dentro de sí: sabe que ha llegado,
por que puede verlo, claro como nunca
sonriendo, decidido e imponente.
Un caballero cual cuento de hadas,
apasionado y sincero: con la melancolía en el rostro,
y el amor a flor de piel; por que a ella le parece
que el también la observa, que el también lo sabe: es ella...
Apresurando el paso, buscándose entre la multitud,
cual magnetos con brutal atracción.
Empujan y saltan y el camino aún es largo,
y los pasos se vuelven kilómetros, la meta una certeza.
A su paso: la gente los observa curiosos,
a pocos metros del camino: ella ríe nerviosa,
él la mira directo a los ojos, encontrarse será costumbre.
Sin aviso previo: todo oscurece y calla por completo,
y una triste cama los recibe. Él solo de nuevo;
el más triste despetar, la angustia de lo no resuelto: sólo era un sueño.
El despertador aulla como siempre, ella sigue con su más triste rutina.
De camino por el pasillo, recordando aquellos sueños,
crueles juegos de la mente, suspiran a la vez:
y la mirada se alza para buscar el lugar apropiado
ella cual princesa de los cuentos lo observa incrédula,
boquiabierta, se pellizca y se apresura.
La multitud no los nota, y el viento como testigo:
dulce melodía de medio día: ahora lo sabemos: son ellos...