me evita los cambios de ruta,
los planes que no son planes
y las lágrimas que no son llanto.
Atento llamado a los caballeros y las damas virtuosas: para que afilen sus lenguas y cuchillas.
Es que las buenas costumbres son lo primero.
Que inicie la cacería
de mujeres de labios rojos y chicas de minifalda,
acaben de una vez por todas con las que se atreven a usar escote
y poner la frente bien en alto.
Reclamen los besos y piropos robados,
las indecentes sugestiones a hombres bien plantados,
exijan pelos y señales,
que puede haber alguna en su respetable bando,
no se dejen engañar que ellas tienen la culpa y no se los podrán negar.
De una buena vez por todas,
quítenles todo terreno ganado,
los puestos, las escuelas,
ya sabrán de lo que hablo.
Y es que después de todo, ustedes "las gentes decentes" no necesitan ningún llamado.
Estos poemas fluyen de vez en cuando,
uno puede ir caminando, en el camión o llorando,
mientras: pasan imágenes por la cabeza,
sonidos, recuerdos, alguno que otro fallo.
A veces se esconden entre párrafos de libros que repiten argumentos,
en películas muy malas,
en obsequios, comidas y regaños.
Lo más preocupante es cuando se abrigan en "atascos creativos" ¿Sabes? Eso nunca pasa,
pasa que no se escribe lo adecuado,
que describes demasiado,
que cantinfleas un par de versos.
El verdadero problema, no se esconde y es más que obvio,
el problema es escribirte,
mencionarte de algún modo.
Deberías quedarte anónimo,
esque es un trato,
no contigo sino conmigo,
deberías quedarte entre las frases de la agenda,
entre las sonrisas que escondo.
Te quedaste por ahí,
convertido cuento,
en aquel beso que me robaste
o me robé, no me acuerdo.
Te quedaste por allí,
Convertido en anhelo,
En mis gana de preguntarte,
En esta cobardía distante.
Puede ser por eso,
Que las letras nunca me llevan a nada,
Que tengo más historias,
De miradas y desvelos,
Que de cuentos y trayectos.
Tú por allí, viviendo una historia que nos es cuento, y yo por acá,
Describiendo otro fugaz encuentro.
Pasar frente a ti, corresponde un gran número de esfuerzos
en contra de mi torpeza, de un ligero y sutil coqueteo,
una serie de pasos calculados,
de enormes intentos por conservar mi hostilidad.
De vez en cuando me convenzo de que lo mío
es un invento, una especie de asunto recreativo,
para entretener a este ánimo romántico.
De todas formas, no es como si te importara
sostenerme las miradas, o regalarme una sonrisa.
Con las horas, pasan los días, y es cuando entonces,
se me ocurre exigirme una explicación,
de si esto es una queja, un escrito o un poema;
por ahora empatan los últimos dos.